A estas alturas, aún es un misterio si finalmente el coche de Apple se hará realidad. La compañía ha contratado, transferido y despedido a empleados para este proyecto en varias ocasiones a lo largo de los últimos años, pero lo que parece claro es que por ahora, no hay grandes avances. De hecho, ni siquiera se sabe si Apple fabricará el coche en colaboración con un fabricante (sonaron marcas como Hyundai), o si venderá la plataforma para que cualquier marca la pueda usar en sus futuros modelos.
Posible diseño del Apple Car, creado por aficionados
La patente se centra en el uso de sistemas de realidad virtual por los ocupantes del coche, y de cómo podrían disfrutar de nuevas experiencias que no serían posibles en otros entornos. En concreto, Apple plantea que los sistemas activos del coche y los sistemas de control se puedan integrar en realidad virtual para aplicar efectos físicos a la experiencia.
Apple pone como ejemplo los casos de mareos, que podrían ser solucionados con un visor de realidad virtual que muestre gráficos acordes con lo que sentimos, y así no marearnos, pero también habla de «experiencias inmersivas», reemplazando la vista del ‘mundo real’ con un ‘mundo virtual’ que se sincronizaría con el movimiento y la aceleración del coche.
Incluso más interesante es que el sistema de realidad virtual podría estar conectado a los sensores del coche, como cámaras y sistemas de radar LiDAR, además de a los controles del coche como el dirección y el acelerador. En otras palabras, podríamos conducir usando realidad virtual, y eso supone que ni las ventanas ni el parabrisas serían necesarios, ya que tendríamos una vista virtual de nuestro entorno en 360 grados.
Por supuesto, si algo así se hace realidad, probablemente sería completamente ilegal en la mayoría de los países; pero si el futuro del automóvil está en coches autónomos o semi-autónomos que nos permitan pasar el rato sin necesidad de estar pendientes de la carretera, puede que estos sistemas se popularicen, y en ese caso, Apple tendría las de ganar con esta patente.
Fuente EL ECONOMISTA