NFT: tres letras para ponerle puertas al campo de internet

La digitalización está expandiendo y agilizando el concepto de propiedad.

NFT. Tres letras que, juntas, suenan a un futuro tan fascinante como difícil de comprender. Lo primero es tan cierto como la ubicuidad de lo digital en el nuevo curso de la evolución humana. Lo segundo, no tanto si nos quitamos la venda del miedo y vamos paso a paso.

Tras estas tres letras se esconden las palabras inglesas Non Fungible Token. Quizá por su genealogía anglosajona, la Fundéu de la RAE remite al diccionario Collins, recordando que escogió NFT como palabra del año 2021. Los británicos la definen como «un certificado único digital, registrado en un sistema de transacción segura (blockchain) que se emplea para registrar la propiedad de un activo, como una obra de arte o algo coleccionable». Es decir, algo así como una ficha que el software inalterable del blockchain incorpora al activo y nos permite identificarlo en todo momento.

Aunque vale para autentificar objetos físicos, resulta especialmente útil para darle consistencias a los digitales. Si consigo la mejor foto de una puesta de sol jamás vista y la tokenizo, puedo mandarla por WhatsApp, incluyendo la referencia al NFT en el blockhain, demostrando a propios y extraños que es fruto de mi talento, porque el token es un smart contract, o contrato inteligente, que especifica el autor y sus derechos. Y, lo más importante, si decido dársela solo a una persona muy especial, le incluyo el token para que sepa que esa puesta de sol será solo suya. El que pretenda lo contrario es un impostor: podrá tener una puesta de sol parecida, pero no esa.

Los NFTs surgieron en la red blockchain Ethereum, que comenzó a usarlos para coleccionar CryptoPunks, unos divertidos muñecos creados en 2017, y saltó a la fama con su evolución para el videojuego Cryptokitties, donde se pueden comprar y vender gatos virtuales. Las posibilidades abiertas revolucionaron el mundo del gaming y, de ahí, los estos tokens dieron el salto al coleccionismo en general y, sobre todo, al mercado del arte.

La actualidad ha subrayado un ejemplo surgido de este invento: el NFT del primer tweet de Jack Dorsey, co-fundador y CEO de Twitter, que se subastó en marzo por más de 2,9 millones de dólares, se ha revalorizado con la irrupción de Elon Musk. Más allá del morbo, los NFTs abren toda una nueva era a la creatividad, con casos como el del collage digital Todos los días: los primeros 5000 días, de Beeple, que la casa de subastas Christie’s remató el año pasado en 69 millones de dólares. El token cuenta, además, con una «traza» de sus diferentes compradores, factor que puede añadir valor al objeto de colección.

Sin embargo, como apuntan los expertos de Banco Santander, el impacto de esta tecnología está llamado a ser más profundo. Tanto, que resulta importante valorarlo para incorporarla a cualquier estrategia de transformación digital. De hecho, el año pasado, los NFTs ya generaron más dinero que el arte tradicional. Solo con Ethereum se movieron más de 40.000 millones de dólares en los principales mercados. Con el arte, los videojuegos y su expansión en ciernes, el metaverso, siguen siendo los grandes pioneros. Gracias a los NFTs, los productos ya no son de las plataformas, sino de los jugadores.

El camino que están abriendo podrían transitarlo en breve sectores de todo tipo. En el turístico, por ejemplo, los NFTickets ya están simplificando tanto la compra como la gestión de los billetes: los viajeros pueden pasarlos de monedero a monedero o incluso revenderlos si quieren. También destaca su uso cada vez más intenso en infraestructuras críticas, como las plantas solares, o en las torres de telecomunicaciones; la trazabilidad aquí es clave: en un archivo aparece toda la historia de su propiedad. Y, por supuesto, en un sector tan necesitado de darle lustre a su marca como el de la moda, la compra de RTFKT por Nike para tokenizar algunos de sus modelos de zapatillas es todo un paradigma.

Por supuesto, surgen desafíos: desde la justa valoración que evite las temidas burbujas, hasta la ciberseguridad. Por eso los expertos aconsejan gestionarlos a través de las plataformas de referencia. En este sentido, la legislación es clave y, afortunadamente, la UE ya está en ello, desarrollando la llamada ley MiCA para regular tanto los actores como los activos criptográficos en el ámbito de blockchain. Aunque de momento excluye los NFTs en general, sí regula los que contienen derechos y obligaciones financieros. Para el resto, habrá que esperar, con lo que, como inversión, solo es apto para intrépidos.

La industria financiera tiene un papel crucial en este nuevo universo. Como indican desde el Santander, la ley MiCA va a animar aún más a los bancos a convertirse en el puente natural entre las finanzas tradicionales y las programables. Para ello cuentan con la confianza de los clientes.

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