Nomadismo digital: cuando viajar y trabajar dejó de ser incompatible

Aunque en la mayoría de los casos la ubicación para desarrollar el trabajo a distancia tiende a ser el hogar de la propia persona trabajadora, esta deslocalización puede llevarse a cabo en diferentes entornos, incluso muy alejados geográficamente.

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La irrupción del coronavirus ha cambiado, para muchas personas, la forma en la que trabajan. Se ha pasado de realizar labores profesionales desde una modalidad eminentemente presencial –hasta 2019 solo un 5% en promedio de la población europea se dedicaba a trabajar desde casa– hacia el teletrabajo o trabajo en remoto o, incluso, fórmulas híbridas (presencial + teletrabajo). Esta situación ha impulsado cambios que han afectado a buena parte de los puestos de trabajo, como los que tienen que ver con las funciones realizadas y/o las prioridades en ellas, o bien los medios de supervisión, verificación y control utilizados para valorar el rendimiento de los trabajadores. Para amoldarse a las nuevas condiciones de contorno existentes, las organizaciones se han visto en la necesidad de reformular sus procesos y estrategias vigentes o, al menos, ajustarlos o adaptarlos a esta nueva realidad.

El número de personas trabajadoras que han optado por la modalidad de trabajo a distancia de manera parcial o a tiempo completo ha ido aumentando a lo largo de los años, con diferencias importantes entre los distintos países. No obstante, ha sido la situación de pandemia la que ha impulsado de manera drástica la adopción del teletrabajo. Aunque una vez acotada la emergencia sanitaria muchas empresas han vuelto a optar por modalidades presenciales, el porcentaje de personas teletrabajadoras se ha incrementado de manera notable (actualmente alrededor del 40% de ciudadanos europeos trabaja desde casa) y las tendencias indican que va a continuar creciendo.

El teletrabajo supone una opción con numerosos beneficios tanto para la empresa como para la persona trabajadora: mayor concentración en las tareas, reducción del tiempo de desplazamientos, posibilidad de conciliar la vida laboral y personal, ahorro de costes, etc. Con todo, también puede conllevar riesgos que deben tenerse en cuenta, como el aislamiento, la pérdida de contacto con los compañeros de trabajo, la eternización de las jornadas de trabajo o la falta de separación entre el trabajo y la vida privada; sin descuidar otros aspectos como la prevención de los riesgos laborales, en particular los relacionados con los aspectos ergonómicos. Respecto a la materialización de estos riesgos, Eurofound (Fundación Europea para la Mejora de las Condiciones de Vida y de Trabajo) ha llevado a cabo el estudio “Living, working and COVID-19 e-survey” con objeto de analizar las consecuencias económicas y sociales de la crisis del coronavirus en la vida personal y laboral entre la población de los distintos países europeos y, en concreto, investiga sus efectos en el día a día de las personas en ámbitos como el bienestar y la calidad de vida, la seguridad y salud en el trabajo, la conciliación familiar y laboral, o la situación financiera. Desde la perspectiva puramente laboral algunos de los resultados obtenidos en este estudio revelan lo siguiente:

  • Más del 25% de los europeos afirma que trabaja más cantidad de horas desde la pandemia, y alrededor del 15% necesita trabajar en su tiempo libre para cumplir con las exigencias laborales.
  • Prácticamente el 32% de ciudadanos reconoce estar físicamente agotado y un 24% exhausto emocionalmente, siempre o casi siempre al final de su jornada laboral.
  • El 12% tiene sensación de aislamiento recurrentemente cuando trabaja.

Otro dato destacable es que en torno al 45% de la población europea declara su preferencia por trabajar desde casa a diario o varias veces a la semana, cifra que asciende hasta más del 64% en el caso de España.

El teletrabajo se define como el uso de tecnologías de la información y las comunicaciones (smartphone, tablet, ordenador, etc.) para trabajar fuera de las instalaciones del empleador. La base que define al teletrabajo es la realización remota de las actividades laborales de manera continuada o consistente.

De la libertad respecto al lugar de realización del trabajo a distancia e, incluso, del cambio más o menos frecuente de estos emplazamientos, surge el concepto de “nomadismo digital”. Este término tiene origen en una publicación surgida en 1997 y hace referencia a las personas que, valiéndose precisamente de las ventajas que brindan las TIC, tienen la posibilidad de trabajar en remoto (incluso, sin ceñirse a horarios u otras rutinas preestablecidas) y aprovechan la oportunidad para viajar y moverse por diferentes destinos.

El continente europeo se ha ido abriendo poco a poco a este movimiento, hasta tal punto que varios países ya disponen de políticas concretas para acoger a nómadas digitales en sus territorios. Estonia es uno de los más veteranos en la regulación del entorno digital y la e-residencia, y desde 2020 cuenta con la “Digital Nomad Visa” que da la opción de trabajar en remoto de forma online y temporalmente en el país durante un año. Croacia propone un planteamiento similar, al igual que Islandia, pero con la diferencia de que este último solo otorga dicho visado durante 6 meses. España, por su parte, también ha dado pasos al respecto, puesto que la Ley de Startups contempla que emprendedores y teletrabajadores puedan residir y trabajar en el país durante varios años, así como beneficiarse de una fiscalidad más favorable.

Algunos destinos por todo el mundo ya se han posicionado como lugares particularmente amigables para albergar a estos perfiles de trabajadores, movilizándose con rapidez para dotarse de los recursos y servicios necesarios, y aportar las mayores facilidades, con el objetivo de hacer la estancia más cómoda a los nómadas digitales. A este tipo de sitios se les ha dado en llamar “Zoom towns” –por el programa para hacer reuniones virtuales– o si se trata de pequeños núcleos se les conoce también por “digital nomad villages”, como es el caso de la localidad Ponta do Sol en la isla de Madeira (Portugal) donde los recién llegados tienen acceso directo y gratuito a un espacio de coworking, a asesoramiento personalizado para encontrar alojamiento y a una aplicación compartida con los otros nómadas como canal de comunicación comunitario.

También han surgido empresas cuya oferta comercial se ha orientado a este segmento de profesionales. Así, Rebase es un servicio centrado en ayudar a los profesionales interesados en pasar una temporada en Portugal, proporcionando apoyo especializado para gestionar los trámites de visado, residencia, puesta en marcha de la actividad profesional, etc. y por el que se califica como el primer proveedor de inmigración como servicio (immigration-as-a-service). Con una oferta más focalizada en aliviar la carga burocrática de las tareas administrativas laborales, la empresa Xolo hace las veces de gestoría digital transnacional poniendo a disposición de autónomos y empresas una plataforma web donde se automatizan las operaciones de facturación, contabilidad, presentación de impuestos o control de gastos. Por lo que respecta a la búsqueda de alojamiento, NomadX y su partner Flatio se podrían asimilar al “Airbnb de los trabajadores en remoto”, ya que ofrecen un marketplace que integra una oferta de miles de alojamientos en docenas de países que permite la gestión de estancias que van desde las 2 semanas hasta los 12 meses de duración.

La expansión del nomadismo digital responde a cómo está cambiando la forma de trabajar y a la mayor importancia que los profesionales otorgan a la flexibilidad y autonomía en el contexto laboral. Circunstancia reforzada, además, por el continuo avance tecnológico, que se espera que siga reconfigurando en adelante el futuro del trabajo a escala global.

 

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