La convivencia con el coronavirus no hizo más que agudizar esta tendencia como forma de preservar las medidas de distancia e higiene necesarias para evitar contagios.
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El increíble ritmo alcanzado por el desarrollo de la tecnología en las últimas décadas nos está permitiendo gozar de innumerables comodidades en los distintos ámbitos de nuestra vida (personal, profesional, familiar, etc.). El surgimiento de nuevas necesidades de los consumidores debido, entre otras muchas razones, a un mundo sumido en un persistente entorno VUCA y a los avances en políticas que intentan seguir la estela de las realidades y evolución de la sociedad, hace que las empresas no puedan conformarse con simples mejoras incrementales de su oferta de productos o servicios, sino que deben centrarse en saltos cualitativos cuyo logro solo parece posible de forma ágil a través de los procesos de innovación. Circunstancias como la pandemia han acelerado enormemente el proceso de integración habitual de las innovaciones tecnológicas, sobre todo en áreas como la salud digital o el comercio electrónico, donde la curva de adopción de este tipo de soluciones ha experimentado un claro apuntamiento en los primeros grupos de usuarios pioneros (early adopters o mercado precoz).
Estas innovaciones que venimos acogiendo desde hace tiempo con los brazos abiertos han conseguido difuminar la distancia geográfica, la necesidad de ciertos objetos (ej. llaves, dinero en efectivo), las tradicionales formas de consumir o, incluso, nuestra intervención activa para según qué rutinas. Con respecto a esto último, ahora nos parece más que normal que una puerta de un comercio se abra automáticamente cuando nos acercamos a ella, que un título de transporte urbano se valide con solo aproximarlo a la canceladora, encender la luz de una estancia con una palmada o pasar sin detenernos el peaje de una autopista gracias al sistema VIA-T. Sin embargo, estos gestos que tan poco sorprenden ahora mismo forman parte de lo que, en su momento, era el alumbramiento de una incipiente tecnología sin contacto. Desde estos inicios el sector de las finanzas ha conseguido desarrollar ampliamente los medios de pago hacia fórmulas contactless, hasta el punto de que ya no es necesario disponer ni siquiera de una tarjeta bancaria para comprar, sino que el omnipresente smartphone es capaz de encargarse de ello y, no cabe duda, está impulsando a pasos agigantados lo que se ha dado en llamar la economía “sin contacto” o “de bajo contacto”.
Precisamente en el contexto de la salud no deja de ampliarse el uso de sensores portables y no invasivos como cámaras que, junto con técnicas avanzadas de datos encapsuladas en algoritmos, permiten la captura de datos en un entorno realista y son capaces de resolver las limitaciones de técnicas de registro convencionales: su precio, no portabilidad, los tiempos de uso o los requisitos de espacio. El acceso a estas tecnologías ha abierto un extenso abanico de nuevas posibilidades, favoreciendo la realización de medidas más rápidas y ampliando su potencial hacia otras aplicaciones como la medida de la respuesta fisiológica para caracterizar el estado emocional y/o cognitivo de los usuarios, al presentar una mayor invisibilidad (al no estar en contacto con el sujeto) y donde el análisis de imagen facilita la detección o estimación de distintas variables relacionadas con la persona para interpretar su estado. Estas funciones resultan muy útiles, por ejemplo, en tareas de monitorización de la conducción, especialmente de cara al desarrollo de vehículos autónomos donde el rol del conductor es más pasivo. Asimismo, avances técnicos como la banda milimétrica (mmWave) –impulsada por las redes 5G– pueden revolucionar más todavía estos desarrollos al mejorar la precisión en la captura de movimientos de dedos o manos, de gestos o, incluso, en el registro de constantes vitales.
Otro de los segmentos de actividad económica que ha consolidado unos hábitos de consumo sin contacto es el comercio electrónico. Las compras online, particularmente en el sector de indumentaria, han experimentado un crecimiento muy importante a nivel mundial. En el caso de soluciones de ajuste personalizado a las dimensiones corporales del usuario, estos servicios han madurado mucho, sobre todo en la parte de calzado, y ya se encuentran distintos softwares o apps móviles que lo realizan con solvencia a partir de imágenes o grabaciones tomadas por el propio consumidor. No obstante, una de las principales limitaciones que aparecen en las ventas de ropa o calzado por internet es que las soluciones actuales para ofrecer la talla recomendable no garantizan una selección de talla correcta. Tal es el problema, que este sector tiene una de las tasas más altas de devoluciones de todo el e-commerce. Por lo tanto, los gastos por devoluciones suponen un coste muy elevado a las empresas de este sector. Para evitar este lastre el futuro pasa por implementar sistemas inteligentes de recomendación –de forma similar a los métodos de personalización basados en el ajuste– que aseguren la selección de la talla adecuada para cada prenda sin necesidad de llegar a probársela.
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