Prehabilitación, el autocuidado personal en el ámbito sanitario

Se fundamenta en un enfoque preventivo orientado a que los pacientes afronten intervenciones o tratamientos médicos en las mejores condiciones de cara a conseguir los mejores resultados posibles.

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La sanidad enfrenta una situación de constante cuestionamiento de los servicios de salud pública debido a la tensión generada por el incesante incremento en el desembolso destinado a esta partida. Esta situación pone de manifiesto la necesidad de impulsar una transformación profunda en la manera en la que se gestionan los recursos sanitarios, incluyendo el impacto y efectividad de las intervenciones clínicas. Resulta importante, pues, dotar al sector sanitario de nuevas herramientas para mejorar la eficacia de las intervenciones sanitarias que contribuyan, de manera significativa, al mejor aprovechamiento de los recursos sanitarios, favoreciendo la configuración de nuevos y más sostenibles procesos asistenciales.

Una de las aproximaciones actuales a la hora de valorar la eficiencia de los procesos hospitalarios es el uso de información procedente de los pacientes. A este respecto, existe una clara necesidad de obtener datos fiables y válidos, más allá de los percibidos por los propios pacientes. Entre estos últimos, uno de los más relevantes y principal fuente de insatisfacción, es la falta de coincidencia entre la experiencia real y las expectativas en relación a una intervención aplicada. Estas expectativas varían mucho entre pacientes, especialmente en función de su edad. Así, ante una intervención temprana, los usuarios más jóvenes suelen esperar no solo alivio del dolor sino también la corrección de cualquier irregularidad y una vuelta rápida a las actividades físicas y recreativas, lo cual no se corresponde con lo que esperan los pacientes más longevos, donde una mejora relativamente menor en su estado clínico es suficiente para lograr un elevado aumento en su satisfacción.

El análisis basado en indicadores clínicos permite recoger información relevante acerca de la situación de un paciente que ha sido sometido a una cierta intervención médica. Estos indicadores comprenden no solo una gran variedad de datos subjetivos aportados por el usuario y relativos –entre otros– al dolor, al estado general o a la función mental (parámetros que se suelen recoger en escalas o cuestionarios que permiten hacer seguimiento del paciente y cuya información cualitativa se traduce en valores cuantitativos medibles y comparables), sino también parámetros de carácter objetivo como, por ejemplo, el grado de recuperación de la función anatómica objeto de actuación o la evolución terapéutica monitorizada a través de sistemas de imagen médica. Toda esta información extraída de la percepción subjetiva del paciente, junto con los resultados objetivos proporcionados desde enfoques como la valoración funcional, resulta un input clave en la definición de indicadores de desempeño en el contexto hospitalario.

Una de las iniciativas más destacadas respecto a la estandarización de la recogida de la información del paciente y dirigida al uso clínico, es la liderada por el Consorcio Internacional para la Medición de Resultados en Salud (ICHOM, en inglés), entidad que provee un estándar de indicadores relevantes para el paciente por patologías específicas y que permiten ser recogidos de forma generalizada, abriendo así nuevas posibilidades para comparar de manera más global el comportamiento de las actuaciones efectuadas y permitiendo a los especialistas aprender recíprocamente para, en definitiva, mejorar la atención clínica al paciente.

Así, por ejemplo, el ICHOM propone combinar datos de tipo personal o en torno al caso concreto (datos sociodemográficos, situación clínica basal y otros factores generales), aspectos relativos a la intervención/actuación efectuada (procedimiento quirúrgico, progresión, etc.) y resultados relacionados tanto con el estado de salud informado por el paciente, como valoraciones aportadas por este, pero también las posibles complicaciones agudas surgidas.

En este camino de avanzar hacia la mejora significativa del rendimiento de los servicios sanitarios contribuyen mecanismos y procedimientos como la rehabilitación multimodal en cirugía (en inglés, Enhanced Recovery After Surgery o ERAS), que se trata de un enfoque de manejo y cuidado de los pacientes quirúrgicos que intenta que las personas lleguen al quirófano en las mejores condiciones posibles, con el mejor tratamiento posible durante la cirugía y que su recuperación posterior sea la más eficaz. Todo ello a partir de la implementación de medidas perioperatorias, la colaboración interdisciplinar de los profesionales sanitarios y la participación activa del paciente, que dan como resultado estancias hospitalarias más cortas y producen menos complicaciones sin impactar en la ratio de reingresos (algunos estudios cifran en hasta un 30% el total de pacientes quirúrgicos que padecen complicaciones postoperatorias).

Entre las estrategias dirigidas al paciente en el período inicial y ambulatorio surge la prehabilitación, que agrupa aquellas intervenciones encaminadas a lograr una preparación integral del paciente antes de la intervención y, asimismo, abordar en las mejores condiciones la repercusión orgánica que supone el procedimiento quirúrgico o también terapéutico en los casos de oncología (y no solamente en lo referido al período inmediatamente posterior, sino también a largo plazo), teniendo en especial consideración a perfiles de pacientes más vulnerables –como el segmento de personas mayores– debido, sobre todo, a situaciones de fragilidad o comorbilidades.

En esta línea, el Hospital de Bellvitge ha conseguido que, en un período de tres años, alrededor de 1.500 pacientes se hayan beneficiado de su protocolo ERAS desde los servicios de cirugía plástica, torácica, colorrectal, ortopédica-traumatológica y urología, con una minoración de la permanencia hospitalaria de entre un 24% y un 64%, además de elevados índices de satisfacción por parte de estos pacientes.

Un avance en la concepción actual de la prehabilitación lo ha estado abanderando la Universidad de Gotemburgo, que en su proyecto de investigación PREHAB ha explorado la implementación de medidas de prehabilitación en atención primaria (concretamente en los servicios de fisioterapia y terapia ocupacional), con el objetivo de mejorar la capacidad de trabajo y salud mental de trabajadores con depresión y ansiedad. El propósito es prestar apoyo a estos trabajadores a desarrollar nuevas estrategias para autogestionarse su estado de salud y situación laboral, y evitar de esta forma potenciales bajas de larga duración.

Que la prehabilitación siga extendiéndose y consolidándose depende de múltiples factores. Algunos de los principales desafíos que tiene por delante es la consecución de un mayor volumen de evidencia científica que atestigüe las bondades de sus efectos, la necesaria cooperación interdisciplinar e intersectorial (enfoque sociosanitario) para implementar estos modelos prehabilitadores, y la propia corresponsabilidad del paciente en términos de compromiso y adherencia y como sujeto activo y crucial para contribuir al éxito del proceso.

Por el momento, la prehabilitación también ha encontrado su hueco y aprovechamiento en el ámbito deportivo. Así, por ejemplo, la empresa Recover Athletics ha creado una app de prehabilitación para runners, que utiliza datos de entrenamientos procedentes de Strava junto con datos de estudios de fisioterapia sobre la percepción de dolencias, a fin de generar automáticamente planes de recuperación activa personalizados de acuerdo a las necesidades particulares de cada corredor.

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